lunes, 23 de abril de 2012

El Ciudad Real se proclama campeón y asciende a Tercera división


Hacía calor el 27 de agosto. En Almagro celebraban sus fiestas patronales y la visita del CD Ciudad Real al Manuel Trujillo era la guinda. Los azules se estrenaban en Preferente con muchas bajas y muchas ganas de demostrar que podían poner al equipo donde se merece, como poco, una capital de provincia. Lo que no sabían es que se estaban enfrentado a uno de sus principales rivales en la lucha por el ascenso. Aquel día el Almagro lo bordó, con un Salva Malagón inmenso. El resultado, 2-1 para los de Darío, fue corto.

Javi Hernández y los suyos tomaron buena nota de lo que les esperaba durante la temporada. El camino a Tercera no iba a estar asfaltado ni contar con dos carriles, sino que iba a ser un itinerario complicado, plagado de baches y trampas. El recorrido del Dépor iba a tener varios puntos de inflexión.

Tras la derrota en Almagro, el Dépor supo rehacerse. Encadenó cinco triunfos consecutivos. Algunos de ellos resultaron espectaculares, con goleadas impactantes, como el 7-3 a un La Solana que todavía no había despegado. Por entonces, ya se habían empezado a aclarar las posiciones en la cabeza de la clasificación, por la que se asomaban los tres equipos que iban a protagonizar una lucha sin cuartel por alcanzar la primera posición: CD Ciudad Real, Almagro y Daimiel.

Llegó en la séptima jornada la derrota en Munera (1-0). El equipo funcionaba en casa, pero fuera no encontraba la forma de sumar, porque después de caer con los albaceteños, los de Javi Hernández pasaron por encima del Daimiel (5-2), en uno de los mejores partidos de la temporada, para caer de nuevo lejos del Juan Carlos I (Motilla, 2 - CDCR, 1). Había dudas, si no en el vestuario, sí en la grada.

Y las dudas se hicieron más profundas a finales de noviembre. El Pedroñeras acabó con el fortín del Juan Carlos I, de donde se llevó los tres puntos. La derrota ante los conquenses tuvo su punto y seguido con un traspiés muy doloroso. En Malagón los de Javi Hernández encajaban su derrota más abultada en su corta existencia: 4-0. La situación no era mala en la tabla, pues el equipo estaba a un punto del líder, pero las sensaciones tenían un preocupante tono pesimista. Y el Dépor demostró que había aprendido a levantarse, quizás su virtud más destacada esta campaña.

Goleó al Barrax (7-0), en un encuentro en el que, paradójicamente, hubo poco fútbol. Las alforjas de la moral siguieron llenándose ante el Zonza 5, el Reño y, especialmente, el Almagro, que cayó por la mínima en el Juan Carlos I. El Dépor era líder, pero el Daimiel apretaba por detrás. Y llegó un nuevo tropezón. Al comprensible empate en Piedrabuena (1-1), le siguió una dolorosa derrota en el Poli ante el Mota (0-1) y un nuevo varapalo en La Solana, que ya no era el de principio de temporada (2-0).

Y la historia se repitió. Con la afición barruntando ya lo peor, el equipo se rearmó. Goleó al Herencia, otra vez con más goles que juego, sufrió en Villamalea para llevarse los tres puntos y le hizo cuatro al Munera, vengándose de lo de la primera vuelta. Llegaba el duelo que se presumía decisivo, la visita a Daimiel, con el liderato en juego. Los de Rimun, que todavía se sentaba en el banquillo, se mostraron más sólidos y se llevaron el encuentro.

Curiosamente, la victoria blanca fue el pistoletazo de salida para el inmejorable sprint final capitalino y el hundimiento daimieleño. Por tercera vez, el Dépor estaba en la lona. Por tercera vez iba a demostrar que es un encajador nato. Mientras el Daimiel y el Almagro empezaban a sentir cómo el suelo se movía bajo sus pies, los ciudarrealeños encadenaban una racha de seis victorias, con unos grandes números. Sólo encajaron dos goles y anotaron 19.

Eso les ha llevado hasta aquí. Hasta la Tercera. La fe, la constancia, el no rendirse nunca... valores clave en un perfecto encajador.

lanzadigital.com

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