No se puede hablar de fútbol cuando se perdona,
cuando un equipo resulta goleado y cuando se firma una actuación que
presenta lagunas en defensa —sobre todo en la marca— y una alarmante
falta de gol en ataque, pese a disponer de ocasiones, sobre todo en el
primer acto. Lo de ayer fue un misterio. El Lucena fue un equipo con
fútbol, pero sin gol; con hechuras, pero sin la paciencia para
manipularlas. Perdió, pero no mereció tanto castigo. Fue justa la
derrota viendo las estadísticas. Tres llegadas claras de los de casa y
tres goles. Más de los de Falete, y todas erradas.
Porque la inocencia ofensiva, la falta de
pegada, la tibieza en la punta fueron el ADN de un equipo celeste que
tuvo contra las cuerdas al Cartagena, pese a lo que muestren las fichas
finales. Porque el partido que, al menos en el primer acto, realizó el
equipo de Falete fue brillante, con control, con posesión, pero sin gol,
el alma que sostiene cualquier dibujo. Y es que el Lucena, pese a
encajar al cuarto de hora, tuvo sus opciones para que el guión del duelo
fuese bien distinto.
Porque tuvo oportunidades, llegadas de peligro
para desequilibrar y erró en lo fundamental, donde hace crecer enteros
un equipo o encogerse. Y ayer, jugaron haciéndose pequeños cada vez que
se asomaban a la meta de Limones, brillante en su papel.
Ismael, a los trece minutos comenzó avisando.
Su remate, tras pase de Javi Salero, se fue alto cuando lo más sencillo
era que fuera entre palos. Su protagonismo aumentó dos minutos después.
Empujó a Antoñito cuando éste iba a rematar en la jugada que supuso el
penalti del primer gol para los caseros. Megías se encargó de
materializarlo dando una ventaja a los de Tevenet que les habilitaba a
sostenerse en el partido con los nervios justos para pensar en su suma y
sigue particular.
Con la tranquilidad del marcador, el Cartagena
quiso mantener el ritmo sin perderse en probaturas. Por eso el Lucena se
fue arriba cuanto antes, sin perder tiempo, con la suficiencia del que
llega… pero sin pegada, con la dinamita mojada. En el ecuador del primer
acto fue cuando el equipo de Falete comenzó a sentirse aseado en el
centro del campo, cuando comenzaron a llegar con mucho peligro a la meta
de Limones para hacerle grande con sus intervenciones.
Limones, grande
Porque Javi Gómez, en el 27, o Coco, un par de minutos después, tuvieron en sus botas las tablas, pero Limones se encargó de sostener su solvencia. Diez minutos después Javi Salero, de nuevo, disparó al muñeco en una contra en la que hizo lo complicado, fallar. Antoñito, en el descuento, hacía el segundo de volea tras una jugada de Menudo desde la izquierda.
Crecido por su juego y con una dosis de
confianza en sus posibilidades, el Lucena continuó si salirse de su
pauta en la reanudación. Se hizo, desde el inicio, con el balón tratando
de imponer un ritmo que le acercara al portal local. Se adueñaron del
partido, pero sin llegar a Limones. Era estéril su control. Y encima,
los de Tevenet, a la primera clara, sentenciaron. La diferencia de
pegada, de definición, fue clave. Mariano, de cabeza, tras un saque de
esquina lanzado por Riau, firmó el tercero, que dejaba el partido
finiquitado a falta de poco más de media hora. Pero los andaluces no se
vinieron abajo. No perdieron su lección de un paso que, equivocado, en
ataque, era más que discreto en el resto. No hubo mucho más que contar.
Los lucentinos jugaron sin brújula y con los cambios dando nulos frutos.
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