El Talavera se llevó el ascenso a Tercera merced a sus dos triunfos ante un rival como el Daimiel que no opuso excesiva resistencia y que apenas fue oponente para los talaveranos. El choque de vuelta en El Prado no tuvo demasiada historia. El Daimiel quiso. Fue voluntarioso y puso, al menos, entrega de su parte, pero con eso no bastó. Una buena defensa local, salpicada por alguna contra, como la del gol en el último instante, les bastó a los talaveranos para lograr su objetivo del ascenso.
A pesar de que el ambiente les era francamente opuesto, ya que El Prado registraba una entrada de esas que hacía mucho que no se veían, el Daimiel saltó al césped con la intención de vender cara su derrota, apostando algo más que en la ida. Salieron con dos delanteros y con ganas de discutirle la posesión al Talavera. Otra cosa es que lo lograran. Los de Fran Sánchez, eso sí, con el paso de los minutos se fueron apropiando del esférico y, con él, de las llegadas. En una de ellas, a los diez minutos, Ibra cabeceó fuera por poco un buen servicio desde la banda. Elaborar, elaborar, no se elaboraba mucho, pero, aunque fuera a trompicones, se llegaba al área de Maxi, sobre todo a base de saques de esquina, desaprovechados todos por los blanquiazules.
El primer atisbo de ocasión, aunque no fuera eso lo que persiguiera, para los daimieleños se produjo en una falta directa de Raúl Martín que no sorprendió por poco a Ángel Luis. Apenas instantes después, fruto del córner siguiente, el balón le acabó cayendo a Francis, que envió desviada una ocasión que parecía convertible en gol. No dominaban los visitantes, pero su planteamiento defensivo se tornó incómodo para los talaveranos, que no elaboraban con facilidad en la medular. A cambio, ese desgaste en la zaga, repercutía en el desarrollo ofensivo. Cuanto más lejos, más difícil.
Los minutos pasaban con más espectáculo en las gradas que sobre el césped porque los dos conjuntos consumían sus energías en estériles esfuerzos por tener el balón. Cuando no era así, sacaban algo en claro, aunque fuera a balón parado, como de nuevo Raúl Martín, protagonista por ejecutar con maestría un libre directo que desvió bien el meta rival y porque cerca del descanso fue derribado dentro del área talaverana por Manasé sin que López Borja apreciara pena máxima. Pareció penalti. Con todo por decidir, se llegó al descanso.
Con medio tiempo por delante, el reloj corría a favor del Talavera. Y lo hacía sin peligro para los blanquiazules porque los ciudadrealeños se pasaron los diez primeros minutos en el suelo. Sin exagerar. Continuos parones por faltas impedían que el juego tuviera la continuidad debida. Pero cuando la había, faltaban argumentos futbolísticos. Sólo en contadas acciones, los blancos creaban peligro. Como hizo Francis, aunque se topó con Ángel Luis, rápido y eficaz.
Ese momento pareció dar alas a los de Santos García, que empezaron a creer en sus posibilidades. De nuevo fue Raúl Martín el que llevó el peligro a la meta local. Y de nuevo por medio de una falta. Su disparo, teledirigido, se estrelló en el poste de la meta talaverana, con Ángel Luis batido. Era más corazón que otra cosa, pero servía. Así las llegadas al área aumentaron. En una, los visitantes reclamaron un nuevo penalti por empujón de Rubi sobre Rafa Cortés, que también pareció serlo. Al colegiado, por el contrario, no.
La necesidad daimieleña apretaba pero eso no era suficiente. Poco se supo de los talaveranos en casi todo el segundo tiempo, pero ya habían hecho los deberes en la ida y, con mantener el resultado, les bastaba. Pudieron, y debieron, aumentarlo pero Mensa falló de manera incomprensible un gol cantado tras pase de la muerte de Timón, y Juli, tras jugada individual, se topó con Maxi. Al final Timón, en una contra, sí lo logró. No hacía falta. El ascenso ya era suyo.
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